El Venerable Khempo Thubten Nyima regresa a Sakya Gephel Ling, Barcelona los días 22 y 23 de Octubre, para impartir el siguiente curso:
Iniciación de Chenrezig
Sábado 22 de octubre a las 10:30h
El Buda de la Compasión, el Bodhisattva Avalokitesvara Chenrezig, «el que observa para abajo compasivamente», es una deidad meditacíonal masculina, considerado el «Protector de los tres mundos», bajo la tierra, sobre la tierra y por encima de la tierra. Guardián del Tíbet.
Pertenece a la Familia del Loto de Amitaba, ubicada en el campo puro de Potala. La representación mas usual de Chenrezig, es aquella en que su color es blanco resplandeciente y tiene cuatro brazos, está sentado en la posición de loto con dos manos a la altura del corazón que sostienen la joya Chintamani, y en las otras dos, sus símbolos, un mala de cristal y la flor utpala azul, su gesto el mudra de suplica, su mantra de seis sílabas Om Mani Padme Hum, es la esencia de la felicidad, prosperidad y conocimiento.
De acuerdo a la tradición tibetana Chenrezig protege y guarda a todos los seres sintientes, especialmente a quienes le invocan y mas aun si lo hacen con auténtica devoción.
En la historia de Chenrezig se dice, que cuando tomó la ordenación prometió guiar a todos los seres hasta la iluminación desde atrás, como un arriero con sus ovejas. Así trabajo por mucho tiempo, guiando a muchos seres, pero cuando miraba a su alrededor, veía que todavía faltaban muchos más, fue tan grande su deseo de poder asistir a mas y mas seres, que se dividió a si mismo y dotándose de 11 cabezas y mil brazos para poder multiplicar su ayuda.
Enseñanzas: Los Cuatro Pensamientos Inconmensurables
Sábado 22 de octubre a las 15:00h
Iniciación de Kurukulle «no común»
Domingo 23 de octubre a las 10:30h
Kurukulle, es una Yidam del budismo tibetano, Vajrayana, considerada una emanación asociada a la diosa Tara. Su nombre deriva de su residencia en la montaña Kurukulle, en la actual ladera Gujarat. En tibetano, se la denomina Rig-byedma, que significa “aquella que es causa u origina el conocimiento”.
Está de pie bailando sobre un disco de sol rojo, porque su naturaleza es caliente, y sobre una flor de loto roja, porque es una visión pura de la conciencia iluminada, pisa con su pierna izquierda un cadáver humano masculino, ya que subyuga y encanta el demonio del ego. Se representa desnuda, como una seductora deidad femenina de 16 años, un número ideal que representa la perfección, su cuerpo hermoso, voluminoso y atractivo, de color rojo, debido a su función mágica de encanto y magnetismo. Tienen una sola cara, porque encarna la sabiduría no dual más allá de la distensión convencional del bien y del mal, tiene cuatro brazos, porque representan los cuatro estados inconmensurables de la mente: amor, compasión, alegría y ecuanimidad. En dos de sus brazos tienen un arco y flechas entrelazados con flores, en sus otras dos manos, sostiene un gancho que atrae y convoca a su presencia, y una soga. Su cabeza está adornada con una corona de cinco cráneos secos, que significan las cinco perfecciones, ella misma encarna la perfección de la sexta, la sabiduría. Lleva un collar de cincuenta cabezas humanas chorreando sangre, porque vence las cincuenta emociones negativas.
Su mantra representa el amor apasionado y la perfección de la sabiduría que transforma el ego. Es la diosa de la riqueza y del amor por excelencia. Se dice que repitiendo su mantra diez mil veces, estamos preparados para atraer todos nuestros deseos.
Kurukulle, es la deidad asociada particularmente la actividad iluminada de poder y de fascinación. Es invocada para subyugar a los enemigos y atraer todo lo beneficioso que deseemos.
Enseñanzas: Los Ocho Dharmas Mundanos
Domingo 23 de octubre a las 15:00h
Una de las enseñanzas clásicas del budismo sobre el miedo y la esperanza trata de lo que se conoce como los ocho dharmas mundanos. Son cuatro pares de opuestos: cuatro cosas que nos gustan y a las que nos apegamos y cuatro cosa que no nos gustan y tratamos de evitar. El mensaje básico es que cuando nos vemos pillados en los ocho dharmas mundanos, sufrimos.
En primer lugar, nos gusta el placer y nos aferramos a él. Por el contrario, nos disgusta el dolor. En segundo lugar, nos gustan las alabanzas y nos apegamos a ellas; tratamos de evitar las críticas y la culpa. Tercero, nos gusta y estamos apegados a la fama; nos disgusta el oprobio y tratamos de evitarlo. Finalmente, estamos apegados a la ganancia, a conseguir lo que deseamos, y no nos gusta perder lo que tenemos.
Según esta sencilla enseñanza, sumergirnos en los cuatro pares de opuestos –placer y dolor, pérdida y ganancia, fama y oprobio, alabanza y culpa- es lo que nos mantiene atascados en el dolor del samsara.
Cuando nos sentimos bien, nuestros pensamientos suelen versar sobre cosas que nos gustan: alabanzas, ganancia, placer y fama. Cuando nos sentimos incómodos, irritables y hartos, es probable que nuestros pensamientos y emociones den vueltas alrededor de cosas como el dolor, la pérdida, el oprobio o la culpa.
Podemos ver perfectamente, que muchos de los vaivenes de nuestro humor están relacionados con nuestra forma de interpretar lo que sucede. Si miramos de cerca nuestros cambios de humor nos daremos cuenta de que siempre hay algo que los pone en marcha. Llevamos con nosotros una realidad subjetiva que activa constantemente nuestras reacciones emocionales. Alguien nos dice: “Eres viejo”, y entramos en un estado mental concreto, nos sentimos felices o tristes, alegres o enfadados. Para otra persona la misma experiencia podría ser absolutamente neutral.
Hablamos, recibimos cartas, hacemos llamadas telefónicas, comemos, encontramos o dejamos de encontrar lo que buscamos. Nos despertamos por la mañana, abrimos los ojos y van pasando cosas durante todo el día hasta que nos vamos a dormir. Durante el sueño también ocurren muchas cosas. A lo largo de toda la noche nos encontramos con la gente y los sucesos de nuestros sueños. ¿Cómo reaccionamos a lo que pasa? ¿Estamos apegados a algunas experiencias? ¿Rechazamos y evitamos otras? ¿Hasta qué punto estamos en manos de estos ocho dharmas mundanos?
Lo irónico del caso es que somos nosotros los que despertamos los ocho dharmas mundanos, y lo hacemos en reacción a lo que nos ocurre en el mundo. Los dharmas no son nada concreto en sí mismos. Y lo que es todavía más extraño es que nosotros mismos tampoco somos muy sólidos. Nos formamos un concepto de nosotros mismo que vamos reconstruyendo momento a momento, y tenemos el reflejo de intentar protegerlo. Pero la idea misma de protegerlo es cuestionable porque el concepto que tenemos de nosotros mismos hace “mucho ruido y da pocas nueces”. Es como tratar de manejar una ilusión que desaparece.
Puede que sintamos la necesidad de erradicar los sentimientos de placer y dolor, de pérdida y ganancia, de alabanza y culpabilidad, de fama y ofensa. Sin embargo, otro planteamiento mucho más práctico es el de llegar a conocerlos y ver cómo nos enganchan, ver cómo colorean nuestra percepción de la realidad, ver que no son tan sólidos. Entonces, los ocho dharmas mundanos se convierten en el medio para hacernos más sabios, mejores y más alegres.
SAKYA GEPHEL LING
Carrer de Trafalgar 50 2º2ª – Barcelona
Tel. +34 933 150 240
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